"I am waited for in Egypt," said the Swallow. "My friends are flying up and down the Nile and talking to the large lotus-flowers. Soon they will go to sleep in the tomb of the great King. The King is there himself in his painted coffin. He is wrapped in yellow linen and embalmed with spices. Round his neck is a chain of pale green jade, and his hands are like withered leaves."
"Swallow, Swallow, little Swallow," said the Prince, "will you not stay with me for one night and be my messenger? The boy is so thirsty, and the mother so sad."
"I don't think I like boys," answered the swallow. "Last summer, when I was staying on the river, there were two rude boys, the miller's sons, who were always throwing stones at me. They never hit me, of course; we swallows fly far too well for that, and besides, I come of a family famous for its agility; but still, it was a mark of disrespect."
But the Happy Prince looked so sad that the little swallow was sorry.
"It is very cold here," he said; "but I will stay with you for one night and be your messenger."
"Thank you, little Swallow," said the Prince.
So the swallow picked out the great ruby from the Prince's sword and flew away with it in his beak over the roofs of the town. He passed by the cathedral tower, where the white marble angels were sculptured. He passed by the palace and heard the sound of dancing. A beautiful girl came out on the balcony with her lover.
-Los míos están esperándome en Egipto -contestó la golondrina-. Mis amigas ya deben estar revoloteando sobre el Nilo, y estarán charlando con los grandes lotos nubios. Y pronto irán a dormir a la tumba del gran Rey, donde se encuentra el propio faraón, en su ataúd pintado, envuelto en vendas amarillas, y embalsamado con especias olorosas. Alrededor del cuello lleva una cadena de jade verde, y sus manos son como hojas secas.
-Golondrina, golondrina, pequeña golondrina -dijo el Príncipe-, ¿por qué no te quedas una noche conmigo y eres mi mensajera? ¡El niño tiene tanta sed, y su madre, la costurera, está tan triste!
-Es que no me gustan mucho los niños -contesto- la golondrina-. El verano pasado, cuando estábamos viviendo a orillas del río, había dos muchachos, hijos del molinero, y eran tan mal educados que no se cansaban de tirarme piedras. ¡Claro que no acertaban nunca! Las golondrinas volamos demasiado bien, y además yo pertenezco a una familia célebre por su rapidez; pero, de todas maneras, era una impertinencia y una grosería.
Pero la mirada del Príncipe Feliz era tan triste, que finalmente la golondrina se enterneció.
-Ya está haciendo mucho frío -dijo-, pero me quedaré una noche contigo y seré tu mensajera.
-Gracias, golondrinita -dijo el Príncipe.
La golondrina arrancó entonces el gran rubí de la espada del Príncipe y, teniéndolo en el pico, voló por sobre los tejados. Pasó junto a la torre de la catedral, que tenía ángeles de mármol blanco. Pasó junto al Palacio, donde se oía música de baile y una hermosa muchacha salió al balcón con su pretendiente.